Si fuimos jugando los dos en la vida el juego inocente de las escondidas, al hacer balance ya no hay Dios que alcance para perdonarnos la cruel diversión.
Te oculté los vueltos de malas monedas. Vos, tu limpia risa y aún cuánta te queda. En sitios sin dueño dejamos los sueños. Así nadie encuentra vestigios de amor.
Te invito a que grites como cuando niña, después de algún beso o de alguna riña: ¡ piedra libre al negro, detrás del sillón ¡ Para correr, para alcanzarte y por fin librarte del hollín del corazón. Si tu llanto juega a las escondidas con mis dos verdades, con mis cien mentiras quisiera encontrarlo, pedirle perdón, no importa la cuenta llegaré al millón.
Buscando perdimos, también aprendimos a ocultar lo puro tras lentes oscuros. Sentimos vergüenza de lo que se piensa y hasta la conciencia jugó y se escondió.
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